martes, 17 de febrero de 2015

Dios Quiere que Estés Sano

La Buena Nueva;
Dios Quiere que Estés Sano


Jesucristo usó los milagros de sanidad como una campana para atraer a las multitudes. Él usó la sanidad como una prueba de que podía perdonar los pecados (Mr. 2:10). De hecho, dijo que Sus milagros eran un testimonio superior en relación al hecho de que Él era el Hijo de Dios que la predicación de Juan el Bautista (Jn. 5:36). Dios usó sanidades milagrosas para comprobar la veracidad del mensaje de Jesús (He. 2:3-4).

De la mima manera, el Señor le dijo a sus seguidores que las mismas obras que Él había hecho, ellos también las harían (Jn. 14:12). Él dijo que el Espíritu Santo confirmaría la verdadera predicación de La Palabra de Dios con milagros y señales (Mr. 16:20). Los creyentes impondrían manos sobre los enfermos y ellos se recuperarían (Mr. 16:18).

Jesucristo es el mismo hoy  como lo fue en la época antigua de la Biblia (He. 13:8). Si Jesucristo todavía estuviera en Su cuerpo físico en la tierra, Él estaría sanando al enfermo, limpiando a los leprosos, y resucitando a los muertos. Jesucristo no ha cambiado; la gente que lo representa es la que ha cambiado.

No hay duda de que Dios te quiere sano. Glorifica a Dios que estés sano. No le trae gloria el hecho de que tú estés enfermo. Jesús llevó tu enfermedad tanto como Él llevó tu pecado (1 P. 2:24; Sal. 103:2-3). Él no te quiere ver enfermo como tampoco quiere que peques.

Hay muy pocas cosas que edifican tu fe y la fe de otros como cuando se experimenta el toque sanador de Dios. Lo más importante es que Jesucristo te quiere sano porque Él te ama. Él conoce el dolor que la enfermedad trae. Fue la compasión la que motivó a Jesucristo a sanar al enfermo (Mt. 14:14). Si tú, siendo malo, no quieres que aquéllos que amas sufran con enfermedad, entonces ¿cuanto más Dios—quien es amor (1 Jn. 4:8) quiere que sanes?

Este artículo contiene semillas de la Palabra de Dios. Plántalas en tu corazón y se transformarán en un milagro de sanidad física ¡DIOS TE QUIERE SANO!


La salud está en la Expiación de Cristo

Isaías 53:4-5 dice,

“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados”.

Estas citas bíblicas no deben dejar duda de que  Jesucristo llevó nuestras enfermedades y dolencias como parte de Su expiación. Sin embargo, la iglesia tradicional ha malinterpretado estos versos diciendo que se refieren a la sanidad espiritual y emocional. La profecía de Isaías incluyó sanidad espiritual y emocional, pero ciertamente también incluye la sanidad física de nuestros cuerpos.

Esta cita bíblica nos dice que Jesucristo llevó nuestras enfermedades y dolencias físicas, tanto como Él llevo nuestro pecado.

En caso de que todavía te quede alguna duda, la forma como se citó y aplicó Isaías 53:4 en el Nuevo Testamento debería quitar esas dudas.

Mateo dijo, bajo la inspiración del Espíritu Santo:

“Para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: Él mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias”(Mateo 8:17).

Éste es un comentario de Isaías 53:4, y aquí se utilizan las palabras “enfermedades” y “dolencias”. Isaías estaba hablando de cómo Jesucristo llevó nuestras enfermedades y dolencias físicas.

Veamos algunas citas bíblicas que incluyen el perdón de nuestros pecados y la sanidad de nuestros cuerpos en la expiación de Cristo:

“Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios. Él es quien perdona todas tus iniquidades, Él que sana todas tus dolencias” (Sal. 103:2-3).

“El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos” (Lc. 4:18).

“Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia;  y por cuya herida fuisteis sanados” (1 P. 2:24).

Estas citas bíblicas no hacen distinción entre el perdón de Jesucristo por nuestros pecados y la sanidad de nuestros cuerpos como la iglesia moderna Cristiana lo hace. Ambos son resultados de la expiación de Cristo.

La palabra Griega sozo, que se tradujo como “salvo” cuarenta y una veces y “salvado” cincuenta y tres veces en el Nuevo Testamento, también se tradujo “sanado” tres veces y “salvado” diez veces con referencia a la sanidad física. Esta palabra Griega sozo se usó en Santiago 5:15 donde dice: “Y la oración de fe salvará al enfermo”.

En ese caso, es muy claro que la salvación de Dios a los enfermos se refiere a la sanidad de sus cuerpos. La sanidad es parte de la redención tanto como el perdón de los pecados.

Puesto que Jesucristo llevó nuestras enfermedades tanto como Él llevó nuestros pecados, Él no te dará una enfermedad como tampoco te guiará a cometer pecado. Él nos ha redimido del pecado y la enfermedad.

Creo con convicción que el separar la salud física de la expiación de Cristo es una teología cómoda para lidiar con el problema de nuestra ineficacia para recibir sanidad. Es una salida fácil decir: “No es la voluntad de Dios sanar a todos”. Eso no es lo que la Palabra de Dios enseña.


La Enfermedad es una Maldición

El hecho de que la Biblia constantemente se refiere a la enfermedad como una maldición, y no una bendición, una vez más confirma el hecho de que DIOS TE QUIERE SANO. Deuteronomio 28 es un capítulo conocido porque enlista las bendiciones y las maldiciones de la ley. Imagínate que dibujamos una línea en medio de un pizarrón. En el lado izquierdo escribimos las “bendiciones”, haciendo una lista de todo lo que incluyen los versículos del 1 al 14. En el lado derecho, enlistamos las “maldiciones”, todo lo que se incluye en los versículos del 15 al 68.

Encontrarás una gran cantidad de enfermedades enumeradas en el lado de la maldición. De hecho Deuteronomio 28:61 dice: “toda enfermedad y toda plaga que no está escrita en el libro de esta ley” era una maldición que caería sobre los Israelitas por su desobediencia.

Date cuenta que las Escrituras claramente establecen que la enfermedad es una maldición. No es una bendición enviada por Dios para enseñarnos algo como el “Cristianismo” contemporáneo ha enseñado.

La enfermedad es una maldición de la ley, y lo vemos en Gálatas 3:13:

Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero).

Por lo tanto, la enfermedad y las dolencias nunca serán usadas por Dios para bendecirnos. Fueron usadas en el Antiguo Testamento como una maldición, pero Cristo nos ha redimido de la maldición. Dios no es el que está trayendo enfermedad a la gente. Aún así es muy común hoy en día escuchar a la gente dar testimonio de la manera como Dios permitió o causó su enfermedad. Una vez que aceptan eso como una verdad, creen que deben someterse a la enfermedad y permitirle a Dios que les enseñe algo porque si no lo hacen significa que se están rebelando. Ningún Cristiano quiere rebelarse contra Dios, así que muchos de ellos se someten pasivamente a su enfermedad. Lo que no comprenden es que en realidad se están sometiendo al diablo, que es el autor de la enfermedad (Hch. 10:38).

Éste es uno de los engaños más sutiles de Satanás. Si puede lograr que los Cristianos piensen que sus acciones en realidad son las acciones de Dios, no lo resistirán. Se disfraza como un ángel de luz y así es aceptado en vez de rechazado (2 Co. 11:14).

Santiago 4:7 dice:

Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros.

La palabra resistir significa “luchar alguien con la persona o cosa que le ataca”. No puedes luchar con el diablo si piensas que es el mensajero de Dios. Dios no está usando al diablo, o a la enfermedad que él trae, para enviar sus mensajes. Satanás sólo viene para robar, matar, y destruir, pero Jesucristo vino para darnos vida abundante (Jn. 10:10). Satanás viene para enfermarnos; Jesucristo vino para sanarnos.

La enfermedad es una maldición, y Jesucristo murió para  liberarnos de la maldición. Dios es un Dios bueno, y el diablo es un diablo malo. La enfermedad es mala, y la sanidad es buena. Nunca confundas esto.


¿Por qué no Todos Creen en la Salud Divina?

No conozco a nadie que quiera estar enfermo. Todo el mundo quiere estar sano. Esto es evidente por la gran cantidad de dinero que se invierte en los hospitales, los consultorios médicos, y las farmacias. La gente hará lo que sea necesario para conservar o recuperar la salud. Es algo universal y uno de los deseos más fuertes de toda persona que alguna vez ha vivido.

Es porque la humanidad fue creada por Dios para vivir por siempre. Hay una aversión que fue dada por Dios en cada uno de nosotros hacia la enfermedad, las dolencias, y la muerte. Dios nos creó para ser perfectamente sanos. La enfermedad vino sobre nosotros como resultado de que rechazamos a Dios y sus caminos.

Proverbios 14:12 y 16:25 dice:

Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte.
La muerte, incluyendo la enfermedad, fue nuestra elección, no la de Dios.

Si Dios nos quiere sanos—y sí lo quiere—entonces ¿por qué tantos Cristianos se oponen a la salud divina? ¿Y por qué otros que sí creen en la sanidad divina fracasan y no sanan?

Una de las principales respuestas (que es muy conveniente) dice así: “Es obvio que no todo el mundo se sana. Ni siquiera todos aquellos que desean recibir sanidad la reciben. Así que simplemente digamos que no siempre es la voluntad de Dios sanar”. Eso hace culpable a Dios y no a nosotros si las cosas no salen bien. Eso no es lo que la Palabra de Dios enseña.

Nuestra cultura moderna se ha obsesionado con rechazar la responsabilidad personal. En vez de admitir nuestros errores y vencerlos, le echamos la culpa a otros. Nuestras inseguridades hacen que rechacemos la responsabilidad por nuestros problemas. Es más fácil creer que sufrimos enfermedad y que estamos deprimidos por desequilibrios químicos y una herencia genética mala.

La iglesia carnal ha creído la misma mentira. “No podría ser nuestra incredulidad la que nos impide recibir de parte de Dios; debe ser Dios el que no nos quiere sanos”. Hemos desarrollado teologías complejas que le echan la culpa a Dios.

Con frecuencia se enseña que Dios quiere que estemos enfermos. Se dice que así es como Dios nos enseña y como madura nuestro carácter. ¡ESO ES ABSOLUTEMANTE FALSO!

Jesucristo es la representación perfecta de Dios. El escritor de Hebreos dijo:

El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia.
                                                                                                                 Hebreos 1:3

Esto habla de Jesucristo. Este pasaje dice que Jesucristo era la “imagen misma” de Dios. Esto dice que Jesucristo era una copia perfecta, o la imagen de Su Padre. Sin embargo Jesucristo nunca puso enfermedad en nadie o le dijo a  alguien que no lo sanaría.

Considera la declaración de Jesucristo en Juan 5:19:

De cierto, de ciertos digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.

Jesucristo dejó muy claro que Él sólo hizo las cosas que Su Padre hizo. Jesucristo no puso enfermedad en la gente, ni tampoco lo hace Dios nuestro Padre. Si Jesucristo nunca se negó a sanar a nadie, entonces tampoco lo hará Dios nuestro Padre. (Al final de este artículo, puedes ver una lista de los versículos que mencionan las ocasiones cuando Jesucristo sanó a todos los que se acercaron a Él).

El apóstol Pedro, cuando estaba hablando bajo la inspiración del Espíritu Santo resumió esto en Hechos 10:38,

Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesucristo de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.

Los enfermos estaban oprimidos por el diablo, no por Dios. Es bueno cuando la gente sana. No es bueno cuando la gente está enferma. La idea de que Dios podría optar por no sanar a alguien es principalmente un esfuerzo para evadir la culpa y la responsabilidad por nuestra incapacidad para recibir.

El primer paso hacia la libertad es aceptar la verdad. El problema es nuestra capacidad para recibir. Mientras nos consolemos pensando que “todo depende de Dios. Whatever will be will be, lo que será, será, siempre seremos víctimas y nunca nos convertiremos en ganadores.


¿Por qué no sanan todos?

El profeta Malaquías dijo en Malaquías 4:2:

Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación.

Ésta no era simplemente una metáfora sobre la sanidad espiritual y la salud; lo mismo fue declarado por el profeta Isaías en Isaías 53:4

Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido.

Si combinas esto con los ejemplos en que Jesucristo sanó a todos los que vinieron a Él (véase la lista al final del artículo), con la verdad de que la sanidad es parte de la expiación de Cristo, y con el hecho de que Jesucristo dijo que Él hizo exactamente lo que vio hacer al Padre (Jn. 5:19); la conclusión es que Dios te quiere sano.

El apóstol Pedro declaró en Hechos 10:38:

Cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él (el énfasis es mío).

Pon atención a la palabra “todos” en este verso. También date cuenta que aquellos que estaban enfermos estaban oprimidos por el diablo, no por Dios. La enfermedad no proviene de Dios; proviene del diablo. La sanidad no proviene del diablo; proviene de Dios.

¿Estoy diciendo que como la sanidad es parte de  la expiación de Cristo los Cristianos no se enferman? No, como tampoco estoy diciendo que los que han recibido perdón por sus pecados nunca vuelven a pecar. La libertad en relación a la enfermedad y las dolencias fue  provista  al igual que la libertad del pecado. Los Cristianos todavía pecan y se enferman. Sin embargo, ésa no es la voluntad de Dios.

Esto nos lleva a otro elemento primordial que hace que mucha gente rechace la verdad de que siempre es la voluntad de Dios otorgar la sanidad. Con frecuencia se dice o se insinúa que el pecado en la vida de una persona causa la enfermedad. Eso es muy simple. Ésa es una razón, pero sólo una.

Jesucristo le dijo al hombre que sanó en el estanque de Betesda: “No peques más, para que no te venga alguna cosa peor” (Jn. 5:14). El pecado puede ser una razón de la enfermedad, pero Dios no está dando enfermedad como un castigo. El pecado le permite al diablo desatar su muerte en nosotros. Sin embargo, no toda la enfermedad es un resultado directo del pecado personal.

Dejar de presentar esta verdad adecuadamente ha hecho que mucha gente crea que no siempre es la voluntad de Dios sanar. De acuerdo a su forma de pensar, si toda la enfermedad fuera el resultado del pecado, entonces todas las personas enfermas son malas, de alguna manera. Sin embargo, saben que hay mucha gente santa que se enferma y hasta mueren.

Independientemente del origen de la enfermedad, siempre podemos hacer algo al respecto: Podemos tener fe en Dios, y Él sanará TODAS nuestras enfermedades (Ex. 15:26 y Sal. 103:3).

Así que, si es la voluntad de Dios sanar todas nuestras enfermedades, ¿por qué no están sanos todos? Ésa es una pregunta simple con una respuesta compleja.

Hay tres razones principales. En primer lugar, es nuestro pecado individual. Dios no nos “castiga” cuando pecamos, sino que cosechamos lo que sembramos. Un alcohólico se enferma del hígado. Los drogadictos dañan su cerebro. La gente promiscua contrae enfermedades sexuales. Dios no los está castigando; ellos mismos lo hacen.

En segundo lugar, Satanás es un enemigo que nos ataca con toda clase de problemas. Facilitamos su tarea cuando nos sometemos a él a través del pecado, pero también usa la ignorancia como una brecha en nuestras vidas. En otras ocasiones, la oposición de Satanás no viene por el pecado o la ignorancia, sino porque estamos en una guerra. Él viene para robar, matar, y destruir (Jn. 10:10).

En tercer lugar, muchos de nuestros problemas simplemente son el resultado de vivir en un mundo que ha sido afectado por el pecado. Una herida se infecta, y no es por tu pecado personal ni por un demonio; simplemente es el resultado del deterioro que entró al mundo a través del pecado.

No estoy diciendo que toda la enfermedad es el resultado del pecado, ni de la ignorancia, ni del fracaso en nuestras vidas. Estoy diciendo que la fe en la expiación sanadora de Dios es lo que vence la enfermedad. Pero, no es simplemente fe en que Dios puede sanar; tiene que ser algo más específico que eso. Una persona puede tener fe y sin embargo tener esa fe dirigida erróneamente (véase la historia de Nicky más adelante).

En Mateo 17, los discípulos de Jesucristo le preguntaron por qué no habían  podido curar al muchacho que tenía un espíritu demoníaco que le causaba ataques. Lo que les respondió fue algo muy revelador.

Jesucristo le dijo a sus discípulos en Mateo 17:17: “¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá”.

Date cuenta que Jesucristo no trató de consolar a sus discípulos diciéndoles que no era su culpa; les dijo que eran incrédulos y perversos. ¿Verdaderamente piensas que Él tendría una respuesta más amable y gentil para Sus seguidores hoy?

Jesucristo invirtió mucho tiempo entrenando a sus discípulos para que hicieran las mismas obras que Él hizo. No estaba complacido con su incapacidad para satisfacer las necesidades de la gente. Esperaba que lo hicieran cómo Él lo hizo. Él todavía quiere lo mismo para nosotros (Jn. 14:12).

Hoy, la iglesia carnal está mandando al enfermo a los doctores, al pobre con los banqueros, al perturbado al psiquiatra. Pero todavía es la voluntad de Dios que la iglesia provea a estas necesidades. Ésta es una de las principales razones por la que hemos visto una disminución de la influencia de la iglesia en nuestra cultura. La gente no ve la importancia de la iglesia para la vida cotidiana, sino sólo para el futuro. Es nuestra culpa no cubrir las necesidades de la gente cómo Jesucristo lo hizo.

Después de que Jesucristo reprendió a sus discípulos, sacó el demonio del muchacho; y él sanó totalmente.

Viniendo entonces los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera? (Mt. 17:19).

Ésta es la misma pregunta que mucha gente se hace hoy: “¿Por qué no sanan todos cuando oramos?” Y esta pregunta no vino de gente que no creía que Dios quería sanar a la gente. Si los discípulos hubieran dudado que Dios hubiera querido sanar a este muchacho, no habrían hecho esta pregunta. La razón por la que estaban perplejos, era porque creían que era la voluntad de Dios sanarlo, y habían visto a otros sanar a través de sus oraciones. Entonces, ¿por qué no había sanado este muchacho?

Hoy la respuesta de Jesucristo asombra totalmente a la mayoría de la gente. Él no dijo que no era que no tenían fe, ni que su fe no fuera lo suficientemente fuerte. Ni siquiera mencionó su fue. Dijo que era por su incredulidad.

Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible (Mt. 17:20).

Alguien puede estar pensando: “Un momento; si tienes incredulidad, entonces no estás actuando con fe. Si verdaderamente tienes fe, entonces no habría nada de incredulidad”. Eso no es lo que la Palabra enseña.

Jesucristo dijo en Mateo 21:21,

“De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho”.

Date cuenta que Jesucristo dijo cree, sin dudar. Si el creer excluye el                                                          dudar, entonces no habría sido necesario decirlo.

Marcos, el autor evangelista registró este mismo ejemplo en el que Jesucristo sacó al demonio del muchacho, pero él dio un poco más información que Mateo.

Las Escrituras registran en Marcos 9:21-24:

Jesús preguntó al padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño. Y muchas veces le echa en el fuego y en el agua, para matarle; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros, y ayúdanos.  Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo le es posible. E inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad.
 Fíjate en el versículo 24 que el padre del muchacho creía, pero también tenía incredulidad. Jesucristo no lo corrigió por esa declaración. Es verdad—puedes creer y tener incredulidad al mismo tiempo.


Imagínate que enganchas un caballo a una carreta. Bajo circunstancias normales el caballo podría jalar la carreta. Pero si tuvieras otro caballo que tuviera la misma fuerza enganchado a la carreta y jalando en la dirección opuesta, la carreta no se movería, aun cuando se hubiera aplicado una fuerza muy grande. Sucede lo mismo con la fe y la incredulidad.

A cada verdadero creyente del Señor Jesucristo se le dio “la medida de fe” (Ro. 12:3). Esa fe es suficiente para lograr cualquier cosa que necesites. El problema no es que no tienes fe; el problema es que tienes incredulidad que anula, o cancela, la fuerza de tu fe.
Éste tiene que ser el tema que Jesucristo le estaba aclarando a sus discípulos, porque Él continúa diciendo en Mateo 17:20:

“Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible”.

Si Jesucristo les estaba diciendo a sus discípulos que su fe era muy poca, entonces ¿por qué les habría dicho que una pequeña cantidad de fe era suficiente para mover una montaña? Eso no hubiera tenido sentido. Sin embargo, si les estaba diciendo que su fe no era el problema, más bien que la incredulidad estaba neutralizando su fe, entonces sí tiene sentido.

Muchos Cristianos tratan de incrementar su fe pero hacen poco o nada para disminuir su incredulidad. Una solución más simple y sencilla sería que ellos eliminaran sus dudas. ¿Cómo se hace esto?

La incredulidad viene de la misma manera que la fe. La fe viene por el oír (Ro. 10:17), y la duda, o la incredulidad, también vienen por el oír. La incredulidad en realidad es fe. Es fe en algo equivocado o con una inclinación equivocada. Cuando enfocamos nuestra atención en Dios a través de Sus promesas, la fe se fortalece. Cuando enfocamos nuestra atención en este mundo y sus mentiras, la incredulidad se fortalece.

Para disminuir nuestra incredulidad, tenemos que disminuir la influencia del mundo sobre nuestros pensamientos. Sin embargo, no se trata solamente de sacar pensamientos, los pensamientos tienen que ser reemplazados. Hasta que se haga esto, el uso de la fe que tenemos será contrarrestado por la incredulidad que nos llega a través del mundo. El resultado: no somos liberados y no estamos sanados.

La Historia de Nicky

El 14 de Noviembre del año 2000, yo estaba ministrando en la Casa del Pastor en Lewisville, Texas, donde mis buenos amigos, Richard y Dorothy son pastores. Una mujer de nombre Chris Ochenski, que tenía una hija moribunda, estaba allí esa noche. Su hija Nicki, tenía fibromialgia, y una gran cantidad de alergias que la mantenían en constante dolor. Ella estaba tan débil que no podía ni levantar una mano ni ir al baño por su cuenta. Ella estaba dependiendo totalmente de su mamá.

Nicky y toda su familia eran unos creyentes fanáticos. Dios no los estaba castigando con esta terrible enfermedad por algún pecado. Fue el resultado de una herida en la cabeza que recibió en un accidente automovilístico, cinco años atrás mientras manejaban de la iglesia a su casa. Ellos tenían fe que Dios sanaría a su hija, y Nicky era muy abierta para decirle a la gente que iba a ser sanada.

En mi mensaje esa noche, dije que no estamos esperando que Dios nos sane: Por Su herida fuimos sanados (1 P. 2:24). Una fe orientada incorrectamente, es cuando esperamos que Dios nos sane. Esto era totalmente opuesto a lo que Nicky y su familia creían. De hecho Nicky había tenido una visión en la que el Señor se le apreció y le mostró Sus llagas y magulladuras y donde le prometió una sanidad gradual.

Chris llevó un casete con mi mensaje a su casa y le pidió a Nicky que lo escuchara. Nicky se sintió bendecida pero confundida cuando ella escuchó que la sanidad no tiene que ser gradual. Ella le preguntó al Señor al respecto, y Él le dijo que su sanidad estaba llegando gradualmente porque ella creía que así iba a suceder, pero eso no era lo mejor que Dios tenía para ella.

El Señor nos encontrará en el punto donde estamos, pero Su perfecta voluntad para nosotros es que las cosas sucedan ahora. “Ahora bien la fe es…” (He. 11:1 La Biblia de las Américas). La fe debe creer que Dios es (He. 11:6), no que Él fue o que va a ser. ¡La fe es ahora! Tenemos que tomar enérgicamente la autoridad que Dios nos ha dado y hacer que esa sanidad se manifieste.

Al día siguiente por la tarde oré por Nicky aunque en realidad yo no sabía lo mal que ella estaba. Sólo sabía que ella había experimentado dolor por más de cuatro años y que verdaderamente estaba sufriendo. Más adelante su doctor testificó que él pensaba que no iba a volver a verla—ella estaba muy cerca de la muerte. Pero ahora la fe de Nicky y la fe de sus padres había tomado una nueva trayectoria, y ellos estaban listos para creer que ella sanaría ¡AHORA!

Lo que sucedió después fue maravilloso. Dios sanó a Nicky instantánea y milagrosamente. Una muchacha joven, que se había perdido de sus años de adolescencia, que vivía casi aislada por causa del dolor y de reacciones alérgicas, fue sanada. Después de varios meses esta fue la primera vez que ella caminó, y su familia y amigos se llenaron de alegría. Verlo fue algo grandioso.

Éste fue un milagro tan maravilloso, que quise documentarlo. Mi equipo de televisión filmó más de quince horas de entrevistas con la familia Ochenski, con sus doctores, y otras personas y han producido un video de cincuenta minutos que documenta la sanidad de Nicky. Cuando lo vi, me conmovió hasta las lágrimas. En realidad no me había dado cuenta de lo milagrosa que había sido esta sanidad. El video me impactó más que cuando estuve allí. ¡Es un video formidable!


¿Y qué con el aguijón en la carne de Pablo?

Cada vez que tú dices que siempre es la voluntad de Dios que la gente sane, alguien mencionará el aguijón de Pablo en la carne. La lógica que usan es que Pablo fue uno de los mensajeros de Dios más prominentes y sin embargo Dios no lo sanó. Ellos dicen que Dios quería que Pablo estuviera enfermo para así llenarlo de humildad. Sin embargo, eso no es lo que la Biblia enseña.

Pablo habló sobre este aguijón en la carne en 2 Corintios 12:7-10:
“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.


En el versículo 7, Pablo dejó muy claro que este aguijón era un mensajero de Satanás, no de Dios. La palabra Griega que aquí se tradujo como “mensajero” también se tomó como “angel” en otras partes del Nuevo Testamento (Lc. 1:13; 2 Co. 11:14; Ga. 4:14). Por lo tanto, éste era un mensajero demoníaco, un ángel de las tinieblas, enviado por el diablo para aporrear a Pablo.

Algunas personas suponen equivocadamente que Dios le puso este aguijón en la carne a Pablo porque esto evitaba que él se enalteciera sobremanera. Esas personas automáticamente piensan que esto significa que el aguijón en la carne fue enviado de parte de Dios para mantener a Pablo lleno de humildad. Eso no es verdad.

La humildad es importante, pero también la exaltación. Hay una clase de exaltación santa que se menciona muchas veces en las Escrituras, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Un ejemplo es 1 Pedro 5:6, que dice:

Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo.

Ser enaltecido, y exaltado, es bueno cuando Dios lo hace. Sin embargo, algunas personas suponen que Pablo estaba hablando del orgullo en 2 Corintios 12:7. Ellos argumentan: “Pablo tenía un verdadero problema con el orgullo y la arrogancia, así que Dios le dio un aguijón en la carne para quebrantarlo y para mantenerlo lleno de humildad”. Ésa no es una idea buena. La Biblia dice que te llenes de humildad a ti mismo (1 P. 5:6). Si Dios es el que te llena de humildad a ti, entonces eso no es humildad, es humillación. No puedes obligar a una persona a que se llene de humildad. Tiene que proceder del interior del individuo.

2 Corintios 12:7 dice que Pablo era exaltado por dondequiera que iba. Él vio gente resucitar de entre los muertos (Hch. 20: 9-12), sacó demonios (Hch. 16: 16-18), y vio muchos otros milagros (Hch. 19:11-12). En una de las ciudades donde él ministró la gente exclamó: “¡Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá!” (Hch. 17:6). Había tanto poder y tanta unción fluyendo a través de la vida y del ministerio de Pablo que eso estaba atrayendo mucha gente hacia el Señor. Esas personas decían: “¡Quiero ser como Pablo. Quiero tener la capacidad para vencer la adversidad. Si me meten a la cárcel por predicar el Evangelio, también quiero que se produzca un terremoto y me libere!” Satanás reconoció que Pablo estaba atrayendo a mucha gente hacia el Señor porque estaba experimentando una victoria total y porque Dios lo estaba exaltando. El diablo quería degradarlo y quería hacer algo para evitar que fuera exaltado por Dios. Eso es lo que 2 de Corintios 12:7 dice. Para que Pablo no fuera enaltecido desmedidamente, Satanás le dio un aguijón en su carne. Fue de parte del diablo, no de Dios.

Ha habido personas enfermas que me han dicho: “Yo soy como el apóstol Pablo. Dios me ha dado un aguijón en la carne, y no me queda nada más que sobrellevarlo”. Acuérdate de esto: fue por la abundancia de las revelaciones que este aguijón vino. Con esas revelaciones, Pablo escribió la mitad del Nuevo Testamento. Por lo tanto, quien no ha tenido una abundancia de revelaciones como Pablo las tuvo no debería estar escondiéndose hoy atrás de su aguijón en la carne. Además, este aguijón era de parte de Satanás y no de parte de Dios.

En algunas ocasiones he tratado de empezar a hablar sobre cómo recibir de parte de Dios con drogadictos, prostitutas, y adúlteros, y muchos de ellos me han dicho: “Bueno, así como el apóstol Pablo, yo también tengo un aguijón en la carne”. Ellos ni siquiera tienen una relación con Dios, sin embargo se están apoyando en el aguijón en la carne de Pablo. Tú debes dejar de esconderte atrás de este aguijón en la carne a menos que tuvieras tanta revelación como para que tú pudieras escribir la mitad del Nuevo Testamento.

El aguijón de Pablo en la carne no era una enfermedad. Era un mensajero demoníaco que Satanás envió para atormentarlo.

La verdad es que DIOS QUIERE QUE ESTÉS SANO.

Háblale a tus problemas

Una de las cosas más importantes que he aprendido en relación a la sanidad es que tienes que hablarle al problema.

Jesús dijo en Marcos 11:23,

“Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho”.

Fíjate que Jesús dijo que le hables al monte. Él no dijo que le hables a Dios del monte. Él nos dijo que le hablemos directamente a la montaña. La montaña son nuestros problemas. Debemos hablarle a nuestros problemas y ordenarles que reaccionen favorablemente ante el poder de Dios. La mayoría de la gente le está hablando a Dios de sus problemas. Oran y le piden a Dios que haga algo respecto a esa montaña o ese problema en sus vidas. Eso no es lo que el Señor nos pidió.

Si tienes dolor en tu cuerpo, háblale. No debes hablarle a Dios del problema, en cambio debes hablarle directamente al problema. Di: “Pie (o lo que sea), te ordeno que recibas el poder sanador de Dios. Dolor, déjame ahora en el nombre de Jesús”. Te obedecerá si tú crees.

Jesucristo los sanó a todos

Hay 17 casos en los que Jesucristo sanó a todos los enfermos que estaban presentes (Mt.4:23-24; 8:16-17; 9:35; 12:15; 14:14; 34-35; 15:30-31; 19:2; 21:14; Mr. 1:32-34, 39; 6:56; Lc. 4:40; 6:17-29; 7:21; 9:11; 17:12-17).

Los Evangelios muestran otras cuarenta y siete veces a Jesucristo sanando a una o dos personas en cada ocasión (Mt.8:1-4, 5-13, 14-15, 28-34; 9:1-8, 20-33; 12:10-13, 40-45; 2:1-12; 3:1-5; 5:1-20, 25-43; 7:24-37; 8:22-26; 9:14-29; 10:46-52; Lc. 4:33-39; 5:12-15, 17-26; 6:6-10; 7:1-17; 8:27-39, 43-56; 9:37-42; 11:14; 13:11-17; 14:1-5; 18:35-43; 22:51; Jn:4:46-54; 5:2-15; 9:6-7; 11:43-44).

En ningún lugar encontramos al Señor negándose a sanar a alguien. Es más, Jesucristo declaró que Él no podía hacer nada por sí mismo sino solamente lo que veía hacer al Padre (Jn. 5:19 y 8:28-29), Sus acciones son suficiente prueba de que ¡siempre es la voluntad de Dios sanarnos!
























A menos que se indique lo contrario, el texto bíblico fue tomado de la versión Reina -Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso.






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